Estética do aburrimento

Técnicas de aburrimento

Entre las técnicas literarias del tedio artístico, Aljaro describe tres ramas.

1. El recurso a la banalidad, es decir, la fijación por narrar hechos insignificantes, actividades monótonas o repetitivas.

2. La escritura sobre nada, es decir, que no haya una historia que se desarrolle, sino una narración errática que parezca no tener sentido. La autora pone como ejemplo La ciénaga definitiva, de Giorgo Manganelli, que narra cómo un hombre a caballo, huyendo de los inquisidores, avanza a través de una ciénaga. Y nada más: solo ese avance.

3. La complejidad, la confusión, la fatiga o el estupor hermenéutico. Es decir, el uso de estructuras muy complejas, la rotura de la linealidad del tiempo, el uso de numerosas subordinadas que colmatan el texto, o la exuberancia diegética, que es el afán por contarlo todo, por hacer una narración omnicomprensiva que acaba por aplastar al lector, como ocurre con frecuencia en las obras del enigmático Thomas Pynchon (que, además, suelen tener una longitud muy notable).

A continuación algunas obras cumbre de la estética del aburrimiento.


James Joyce. ‘Ulises’

“En Ulises, Leopold Bloom nunca se encuentra con el amante de la mujer, parece que va a ocurrir la acción dramática... pero no. Hay un agotamiento de la paciencia del lector”, dice Aljaro. Joyce puso en práctica todas las tácticas del aburrimiento. Ulises se le presenta a muchos lectores como un acertijo, o una tortura, más que como una novela. 

David Foster Wallace. ‘La broma infinita’

Utiliza masivamente las técnicas de la estética del aburrimiento: tiene una estructura no lineal, sigue de manera fragmentaria varias líneas argumentales, es densa, tiene cambios abruptos de punto de vista... A Foster Wallace, por ejemplo, le gustaba abusar de las digresiones y las notas a pie de página, algunas larguísimas, para interrumpir la narración principal y hacer al lector ir hacia delante de atrás, sin centrarse en el hilo principal, si es que lo había.


Virginia Woolf. ‘La señora Dalloway’

Hay quien ha dicho que leer el flujo de conciencia, las asociaciones mentales, la prosa sumamente elaborada de La señora Dalloway es más aburrido que mirar una pared blanca durante muchas horas. “Woolf cuenta la vida de esta señora, sus pensamientos. Es magistral, es clave en la historia de la literatura, pero también es una escritura sobre la banalidad del día a día de esta señora de la alta sociedad londinense que tiene que preparar una fiesta”, señala Aljaro. Una prosa introspectiva y reflexiva que para muchos puede resultar árida o difícil de seguir.


Thomas Bernhard. ‘La calera’ o ‘Corrección’

El mordaz autor austriaco utilizaba una sintaxis muy compleja, con muchas subordinadas, con continuos detalles y acotaciones, con rodeos y digresiones. A veces hay que leer dos veces cada párrafo para acabar de comprender lo que Bernhard está contando. “Juega con la incertidumbre: sus narradores con frecuencia no son fiables, no puede confiar en ellos, porque regresan a otro punto de la historia para corregir lo que ha dicho”.


Roberto Bolaño. ‘2666′

En cierta parte del libro, famosa por acabar con la paciencia de numerosos lectores, Bolaño narra repetitivamente el asesinato de decenas mujeres: no entiende uno por qué tiene que leer una y otra vez las diferentes maneras, tan similares, de cometer un feminicidio. 

Marcel Proust. ‘En busca del tiempo perdido’

“No creo que Proust fuera voluntariamente aburrido”, apunta Aljaro, “no le importa tanto narrar como generar cierta sensación con sus idas y venidas, sus divagaciones, el efecto de querer contar de una manera diferente”.

El Aburrimiento – Taller de Teatro Autobiográfico

El Aburrimiento ha surgido como un tema fundamental desde donde explorar nuevos caminos creativos. Desde ahí nace la creatividad, el enfrentamiento al vacío, a nosotros mismos… también lo reconocemos como una poderosa emoción que impregna a la sociedad moderna.

Miquel Barceló escribe; Dos o tres cosas esenciales: La comida, el sexo, el aburrimiento

EL OBJETIVO:Partiendo de nuestras experiencias crear una pieza escénica común basada en la reflexión sobre el aburrimiento.

La imagen más terrorífica proyectada en el Festival de Sitges fue un plano fijo de cuatro minutos en el que aparecían dos personajes jugando al ping-pong, perteneciente al filme 71 fragmentos de una cronología del azar (1994), de Michael Haneke. La sala, atemorizada por lo contemplativo de semejante propuesta se acabó poniendo nerviosa, empezó a silbar y a levantarse exasperada de las butacas buscando terminar cuanto antes con aquel suplicio fílmico.

Aburrimento en internet

No hace mucho tiempo un magnífico ejemplar de queso cheddar alcanzó una enorme celebridad a base de pudrirse. Literalmente, durante los doces meses que enmoheció sobre la estantería de una granja en Inglaterra, recibió (no es ninguna broma) ¡miles de visitas diarias!

Hay webs en las que se puede dejar correr el tiempo mirando distraídamente cómo seca la pintura del techo y en las que, por supuesto, no ocurre nada

O prestixio do tedio

 por qué las películas con largos silencios, amplios espacios vacíos, y planos más o menos neutros de extensa duración, acaban siendo casi siempre bendecidas por ciertos sectores de la crítica cinematográfica más prestigiosa e influyente a nivel internacional. Existe cierta idea del aburrimiento como estrategia frente a otras formas de entretenimiento o diversión en el cine. Efectivamente, el tedio parece tener asegurado aún cierto prestigio entre algunas de las mentes más lúcidas y acreditadas, intelectualmente hablando, una especie de marchamo de calidad para distinguir una obra maestra con un método infalible: «Si me aburro, es que esto debe ser buenísimo».

CONTRA O ABURRIMENTO COMO ESTRATEXIA

«El aburrimiento —escribe Jankélévitch—, en el centro de su lógica pasional, sólo razona sobre los accidentes que lo justifican y, casualmente, siempre encuentra excusas providenciales en el momento oportuno. Todo él es pretexto. Negándose a reconocer una tristeza tan fútil, inventará nuevos motivos para desesperar a fin de hacerla interesante»

Contra o tedio nas artes performativas

En la película Night Movies (1975), dirigida por Arthur Penn, un detective privado interpretado por Gene Hackman anda buscando a una mujer (Melanie Griffith) que se ha escapado de casa. En un momento dado, el detective rechaza una invitación para ir al cine a ver una película de Éric Rohmer porque, según sus propias palabras: «Vi una vez una de él; era algo así como ver la pintura secarse»

Alicia está obsesionada, metéuselle na cabeza que é aburrida, ou que está aburrida, ou quizais simplemente que todo é aburrido. Nós seguímola na súa obsesión mentres se prepara para un casting, pensa se apuntarse a algún curso ou dubida en ir ou non ir a unha festa. Nos propuxémonos reflexionar arredor da idea do aburrimento na súa deriva máis existencial mais en ton de comedia moral. Alicia está obsesionada. Saca o tema, fai listas, documéntase. Non pode evitar habitar o aburrimento. Ao mesmo tempo necesita manterse ocupada para non enfrontarse ao baleiro, de aí o paradoxo: Alicia abúrrese, Alicia fai cousas.

Tedio y narración, de Inma Aljaro

 ¿sabía Satie que aburriría a su público cuando proponía repetir más de cien veces una misma melodía? ¿Era consciente John Cage de que muchos de sus oyentes se sentirían confusos durante los cuatro minutos y treintaitrés segundos de silencio que proponía su pieza? ¿Qué pretendía Warhol cuando grabó durante ocho horas el edificio del Empire State?20. No podemos adivinar sus intenciones, pero es casi seguro que ninguno de ellos esperaba que sus obras provocasen saltos de júbilo ni carcajadas en sus espectadores. Entonces, ¿podríamos plantearnos en la literatura la posibilidad del aburrimiento como desencadenante de una experiencia estética? Yo creo que sí y, para tratar de demostrarlo, a lo largo de este libro, se analiza como el tedio se ha empleado como un artificio mediante el cual se provoca al lector, por muy contradictorio que esto pueda parecer. 

Entre 1964 y 1966 Warhol llegó a rodar 472 retratos fílmicos, mudos y en blanco y negro, todos ellos de cuatro minutos de duración. Originalmente fotografiados a 24 imágenes por segundo, se proyectaban a 16, sometiéndose a sí a un proceso de lentificación de la imagen. Warhol sentaba ante una cámara inmóvil a la fauna que frecuentaba su célebre estudio, la plateada Factory, en un auténtico ritual de iniciación por el que pasaron jóvenes candidatos a engrosar su corte, potenciales mecenas a los que adulaba con una cámara Bolex de 16 mm, y nombres propios como su precursor Marcel Duchamp, Allen Ginsberg, Salvador Dalí, Susan Sontag o Bob Dylan.


«Warhol —ha escrito Lars Svendsen— es, ante todo, un voyeur cuando, rodeado de droga, promiscuidad y desesperación en el centro artístico The Factory, se dedica sólo a observar; y se aburre mortalmente ante el espectáculo.»[6] Se trata de retratos en movimiento, breves películas mudas, lentificadas, en blanco y negro, en donde vemos a algunos visitantes de la Factory (celebridades y gente de su círculo más cercano) en primeros planos. Los modelos eran invitados a posar durante unos minutos ante la cámara de 16 mm como si fueran a ser fotografiados.